La formación no termina con la ordenación

06 febrero 2024

Muchos sacerdotes son «pastores generosos y fieles, y no raramente también héroes», pero muchos «están cansados y desanimados, desconcertados por los desafíos de la sociedad actual y por la carga que llevan». Lo subrayó el cardenal Lazzaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio para el Clero, al abrir esta mañana en el auditorio Conciliazione el congreso internacional para la formación permanente de los sacerdotes. Tema de los trabajos, que concluirán el 10 de febrero, «Aviva el don de Dios que está en ti (2 Tm 1, 6)».

Partiendo precisamente de la realidad de la vida y de la misión presbiteral, el purpurado destacó la importancia de ofrecer al clero «apoyo y acompañamiento y por tanto la necesidad de la formación permanente». Una expresión que, reconoció, no siempre «es bien recibida» por los sacerdotes y que debe llenarse «de un contenido más completo que implique atención a cada sacerdote, acompañamiento y cuidado, comenzando por las necesidades más concretas».

De estas consideraciones surge la iniciativa del congreso, dirigido a los formadores que ya «están en el trabajo de cuidar a los sacerdotes». Los participantes, especificó el purpurado, no han venido «simplemente a aprender, sino como constructores y protagonistas». Cada ponente, observó, «es un experto y aporta una experiencia». También por esto el encuentro «sigue lo más posible un estilo de taller, participativo y sinodal»: no pretende «dar respuestas a todas las preguntas y para todas las situaciones, pero confía en la creatividad de la compartición fraterna».

El cardenal coreano explicó la génesis de la iniciativa, revelando que el camino hacia el congreso «comenzó ya hace meses con una encuesta sobre la situación de la formación permanente», dirigida a las diócesis. De la investigación surgieron «las críticas, las necesidades, los puntos fuertes y las buenas prácticas».

El prefecto recordó que cada sesión del encuentro comienza con la palabra del Papa Francisco, quien se hace presente a través de un video que da comienzo a los trabajos y al que siguen dos breves ponencias. No se trata de «magníficos tratados presentados por ponentes que creen tener la receta en el bolsillo»; más bien parten «de la experiencia, de las dificultades», tratando de «ofrecer pistas de investigación y de acción». Por ello, tras las ponencias iniciales, los participantes son invitados a detenerse durante unos minutos para una reflexión personal.

También se habla «de buenas prácticas», añadió el purpurado: no son ciertamente «las únicas y quizá ni siquiera las mejores», pero son las que «hemos logrado conocer, tratando de dar espacio a las diversas áreas geográficas». Esta es, puntualizó, una vía nueva que «estamos tratando de recorrer: recoger y hacer circular buenas prácticas». Y es lo que «nos proponemos hacer también a través del nuevo sitio del Dicasterio para el clero» que se presenta en los días del congreso.

Convencido de que hay «muchas otras buenas prácticas y quizá incluso más significativas», el cardenal invitó a los participantes a comunicarlas, durante los trabajos y también después. Podrán compartirse durante los encuentros por grupos lingüísticos en la parte final de cada sesión o escribirse y enviarse al correo comunicazione@clerus.va.

Posteriormente intervino el cardenal Luis Antonio Tagle, pro-prefecto para la Sección para la primera evangelización y las nuevas Iglesias particulares del Dicasterio para la Evangelización. Expresando en primer lugar complacencia por el hecho de que la palabra “formación” ya no se identifique «solo con los años pasados en el seminario», explicó cómo esta última es una tendencia que aún persiste y ha creado «la idea errónea de que la ordenación marca el final de la formación»: esto erróneamente «significa no más estudio, no más oración, no más dirección espiritual, no más guía, no más estilo de vida simple, no más disciplina».

La cuestión en juego, por tanto, es cómo se puede «llevar a los ministros ordenados que creen que ya no necesitan formación a una sana aceptación» de la necesidad de la misma. Dado que se está al servicio de Dios y de la Iglesia, recordó Tagle, «necesitamos ser continuamente formados». Esta humildad, añadió, «ayudará a los ministros ordenados a recuperar nueva energía y a evitar un falso sentido de superioridad y de derecho»; al mismo tiempo, la Iglesia «recibirá también el servicio de calidad que merece».

El purpurado se mostró además satisfecho de que «hoy en el mundo haya un renovado aprecio por la identidad y la diversidad cultural». En este sentido, el aporte de las «ciencias sociales puede ayudar en la comprensión teológica de la única Iglesia universal que existe dentro y fuera de las Iglesias locales». Y aunque en la sociedad contemporánea se asista a la «tendencia a absolutizar y glorificar la propia cultura, con la consecuencia de ser hostiles e incluso violentos con aquellos» que pertenecen a otras, es necesario destacar el hecho de que muchos sacerdotes están «cercanos a las personas que sufren, especialmente a las víctimas de prejuicios, discriminación, guerra, trata de personas y refugiados».

Para concluir, el cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, saludó a los presentes dirigiendo un caluroso saludo a los presbíteros de tradición oriental y asegurando la cercanía del Papa Francisco y el «profundo sentido de afecto» por la difícil situación que muchos de ellos están viviendo en zonas del mundo afectadas por la guerra, arrancados de sus afectos y «siempre listos con la maleta en la mano» a tener que migrar a tierras lejanas donde llevan una vida de incomodidad frente a culturas y costumbres diferentes. Pero es precisamente en el dolor, retomó el purpurado, que paradójicamente se siente la misericordia de Dios.

El concepto de “paradoja” está a menudo presente en los textos de los ritos orientales, uno de los cuales fue leído por el cardenal precisamente para explicar cómo el alma exacerbada acepta su sufrimiento no «por masoquismo» sino porque sabe que de él, de su vientre, se elabora la futura felicidad. La pobreza, el dolor son de hecho una verdadera “gracia”, reiteró Gugerotti. Y de ella «debe partir nuestro ministerio sacerdotal, en cuanto somos anunciadores de una buena noticia» que del desánimo lleva luego a «cantar la grandeza de ser redimidos en un impulso de vida». A pesar de las dificultades, prosiguió, se puede respirar un ambiente sereno, dado por el hecho de formar parte de una comunidad donde cada uno, en la emergencia, ayuda al otro: así se vence la desesperación, como Jesús vence al Hades en el rito pascual bizantino.

La “paradoja”, subrayó el cardenal prefecto, debe ser por tanto la “brújula” que guía el camino sacerdotal, según un estilo «que es el del encuentro, del buen samaritano», donde a las palabras que convierten se une el «nuevo aliento de Dios». Es Él quien salva cada día «avivando nuestra fe, nuestro fuego sagrado» que todos los sacerdotes están llamados a alimentar.

Al finalizar la sesión introductoria, los participantes en el congreso se dirigieron a la basílica Vaticana para participar en la misa presidida por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin.