Parolin: caminar en medio de la humanidad herida es la especialidad de los sacerdotes
Misa del Cardenal Secretario de Estado en la Basílica de San Pedro con motivo de la conferencia sobre la formación permanente de los sacerdotes, organizada por el Dicasterio para el Clero, que comenzó ayer, 6 de febrero, en el Vaticano.
L'Osservatore Romano
A los muchos sacerdotes que «ofrecen diariamente su vida, entregándose por la causa del Evangelio, a menudo en el silencio de una siembra humilde y paciente, a veces en la sufrida soledad de la incomprensión», el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, expresó su agradecimiento durante la misa celebrada en el altar de la Cátedra de la basílica vaticana, la mañana del martes 6 de febrero, para la apertura del Congreso Internacional sobre la Formación Permanente de los Presbíteros. El encuentro, que concluirá el sábado 10, es promovido por el Dicasterio para el Clero en colaboración con los Dicasterios para la Evangelización – Sección para la Primera Evangelización y las Nuevas Iglesias Particulares, y para las Iglesias Orientales.
En la homilía, el purpurado subrayó cómo muchos sacerdotes, en algunos contextos, experimentan «incluso la indiferencia o la hostilidad de la persecución, pero siempre llevando en el corazón el asombro de una fe que, cada día, se regenera en la fuente del amor de Cristo para luego brotar y difundirse como agua viva en el ejercicio del ministerio pastoral».
El sacerdote, enfatizó el secretario de Estado, es «un discípulo que ha emprendido el camino siguiendo al Señor» y, tras haber acogido con alegría su llamado, «se sumerge en la historia del Pueblo de Dios como intercesor». Acompañando a quienes «le son confiados y convirtiéndose para ellos en un Evangelio viviente, un signo y un instrumento del amor misericordioso del Padre». No en vano, la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis en el n. 61, recordó Parolin, «afirma que el presbítero es un discípulo en camino y, al mismo tiempo, un misionero y testigo del Evangelio».
Al respecto, el cardenal destacó la necesidad de sacerdotes que, «siguiendo los pasos del Buen Pastor, en unidad con el obispo y entre ellos» dediquen su vida «a servir la fe de los hermanos y su búsqueda». Unidos a Cristo, añadió, los sacerdotes «están llamados a vivir como Él», es decir, «no jactándose del privilegio del llamado y del rol recibido, sino humillándose en el corazón de la humanidad herida, oprimida y necesitada de salvación». Intercediendo ante el Padre a favor del pueblo, observó Parolin, «con las manos levantadas hacia el cielo y al mismo tiempo inclinadas hacia la tierra para lavar los pies de los hermanos, anunciándoles la Palabra que salva, partiendo para ellos el pan de la vida eterna, acompañándolos y guiándolos en el camino».
El secretario de Estado recordó entonces el discurso del Papa Francisco a los sacerdotes presentes en la catedral de Santa Teresa en Juba, el 4 de febrero de 2023, durante el viaje apostólico a Sudán del Sur: «Debe ser la especialidad de los pastores, caminar en medio: en medio de los sufrimientos, en medio de las lágrimas, en medio del hambre de Dios y de la sed de amor de los hermanos y hermanas». Y no se trata «de una tarea sencilla» por lo que nunca debe olvidarse «que también los sacerdotes son hombres, con sus fragilidades, sus cansancios, sus miedos, viejos y nuevos desafíos que apremian su ministerio».
Por ello, es necesario, dijo el secretario de Estado, «renovar con entusiasmo el compromiso por la formación permanente», que se basa ante todo «en el cuidado de la relación personal con el Señor y siempre es un camino en comunión». De hecho, agregó, en la solemne oración de Salomón, tomada del primer libro de los Reyes, el mismo monarca puede interceder por el pueblo solo porque «levanta las manos hacia Dios, reconociéndolo como Señor del cielo y de la tierra». Del mismo modo, en el Evangelio de Marcos, Jesús «recomienda ir más allá de una religiosidad exterior, para que haya una relación coherente y una correspondencia íntima entre los labios y el corazón, es decir, entre el culto que profesamos y lo que realmente guardamos en nuestro interior». Es una invitación a superar «la tentación de una religiosidad que, detrás del hábito y el rol que desempeñamos, no se preocupa de la relación auténtica con el Señor y de una real acogida del Evangelio».
Finalmente, recordando el tema del congreso: «Aviva el don de Dios que está en ti» (2 Tm 1, 6), el cardenal explicó cómo con estas palabras el apóstol Pablo animaba al joven Timoteo a no «ceder ante el peso de las contradicciones y los desafíos contingentes de un contexto eclesial y social muy difícil, exhortándolo a avivar la belleza y la vitalidad de la gracia de Dios recibida en el día de la consagración».