Cardenal You Heung: «Los sacerdotes deben aprender el arte de amar
El Prefecto del Dicasterio para el Clero: Nuestros afectos no deben reprimirse, sino expandirse en fraternidad. El tema, junto con el de los abusos, se abordará a partir de hoy en la conferencia de formación
El sacerdocio como arte de amar, el celibato sacerdotal como dilatación de los afectos, la vida de fraternidad como prevención de abusos, la formación integral como freno al abandono de la vida sacerdotal. Son algunos de los temas abordados por el cardenal Lazzaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio para el Clero, el día en que en el Aula Pablo VI en el Vaticano inicia el congreso internacional anual para la formación permanente de los sacerdotes.
Una Iglesia llamada a enfrentar un cambio de época como el que estamos viviendo, ¿de qué tipo de sacerdotes necesita realmente: grandes teólogos o grandes expertos en humanidad?
Se necesitan sin duda grandes teólogos y es importante que los sacerdotes sean expertos en humanidad. Pero no todos podrán ser grandes teólogos, y los expertos en humanidad se convierten solo con el tiempo y “en el campo de la vida”. Según yo, el punto decisivo es que los sacerdotes sean ante todo hombres del Evangelio, dispuestos a dejarse siempre de nuevo desafiar por el mensaje liberador de Jesús. Si hacen esto, se desarrolla en ellos una sabiduría que va más allá de la ciencia y serán expertos en humanidad de una manera más profunda, porque verán a las personas con los ojos de Jesús y les transmitirán su amor. Me parece que esto es lo más importante para un sacerdote: convertirse en experto en el arte de identificarse con el otro, de compartir sus esfuerzos y sus alegrías, en una palabra: en el arte de amar. Noto diariamente cuánta felicidad puede suscitar un sacerdote de esta manera.
¿Cuál es el obstáculo más desafiante en el camino de un proceso formativo verdaderamente eficaz: la ilusión de saberlo ya todo o el temor de que la brecha entre el conocimiento eclesial y la mentalidad actual sea demasiado grande para intentar superarla?
Si alguien piensa que ya lo sabe todo, no crece más. Piensa que ha llegado a la cima, pero en realidad interiormente ya está apagado. No se mueve más, no se deja desafiar más, no se atreve, no arriesga, no vive, simplemente existe. De todas formas, para mí la brecha entre el conocimiento eclesial y la mentalidad actual no se supera de manera teórica. Debemos ser nosotros quienes la superemos, con nuestra vida: convirtiéndonos en puente. Veo que, antes de hablar, es importante ante todo escuchar, saber captar y compartir lo que el otro vive, aunque quizás sea muy diferente de nosotros, tratar de comprenderlo. Me gusta mucho este pasaje de la Oración sencilla que se atribuye a San Francisco: «¡Oh Maestro, haz que no busque tanto ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar». He experimentado muchas veces en mi tierra – y ahora lo experimento aquí – que, cuando se vive así, se abren los caminos, por ejemplo, también hacia el mundo budista, o hacia los indiferentes.
Una sección del Congreso se dedicará a los caminos para vivir la afectividad como recurso. Pero, ¿qué tipo de afectividad puede vivir concretamente hoy un sacerdote en la Iglesia latina?
Asumir el celibato no debe ser una obligación, sino una elección libre. En la Iglesia latina de Occidente se considera desde hace muchos siglos que esta elección ayuda en el proceso de configuración a Cristo y en el ejercicio del ministerio sacerdotal en el signo de una donación total. Si una persona siente que no puede madurar esta elección y aceptar tal disciplina, entonces es mejor que haga discernimiento sobre otro estado de vida. Esto me parece importante. No significa reprimir los afectos, sino dilatarlos, sentir el impulso de ir más allá de la hermosa perspectiva de tener esposa e hijos, para vivir como Jesús, para la fraternidad universal. Para mí esta es una experiencia fascinante que me hace experimentar cada día la alegría de la fraternidad y también una verdadera fecundidad y paternidad. Naturalmente, vivir así es siempre también una nueva conquista. Hay momentos en los que no es fácil, pero vale la pena.
¿Qué relación hay entre la educación en la afectividad y la prevención de abusos, uno de los temas que abordarán en el Congreso?
Una afectividad reprimida y vivida de manera cerrada, no compartida con transparencia con alguien que nos acompaña, corre el riesgo de desviarse. Para mí, la mejor prevención es una verdadera vida de fraternidad, entre los sacerdotes y con todos. Para mí siempre ha sido un don poder vivir en comunidad con otros sacerdotes, tener hermanos con quienes compartir alegrías y dolores y también las inevitables pruebas. No solo a nivel espiritual sino también pasando juntos momentos de relajación, de descanso, de vacaciones. Dicho esto, la prevención de abusos requiere también atenciones y medidas específicas de las que estamos tomando cada vez más conciencia. La Iglesia siempre está en camino y pienso que los pasos dados hasta ahora son importantes.
¿Cómo ser sacerdotes en la Iglesia misionera y sinodal
de papa Francisco? «Es necesario saber escuchar y compartir,
convirtiéndonos en puente con todas las fragilidades de nuestros días
Y caminar juntos»
¿Qué se entiende por el término “formación comunitaria”? ¿Por qué es importante hoy para los sacerdotes?
Me parece algo obvio, aunque en la formación en el pasado se ha enfatizado sobre todo la dimensión individual, que por lo demás nunca debe faltar. Es innegable que, en las condiciones en que vivimos hoy, en la sociedad prevalece un gran individualismo que lleva a la soledad; un fenómeno que también involucra a los sacerdotes y puede hacerles mucho daño. El ser humano es un ser social, está hecho a imagen de un Dios que es comunión, la esencia misma de la Iglesia es la comunión. Todo esto no puede sino reflejarse en la formación sacerdotal: no es un opcional ni un accesorio secundario. Si no, ¿cómo puede el sacerdote ser experto en humanidad y cómo puede ser ministro al servicio de una comunidad?
La Iglesia sinodal impulsada por el Papa Francisco, ¿qué cambios impone en los caminos de formación permanente de los sacerdotes?
Debemos enfocarnos en lo que acabo de mencionar. Hay que avanzar en esto. El Concilio Vaticano II habló de los presbíteros casi exclusivamente en plural, mientras que hoy se habla demasiado a menudo del sacerdote en singular. Es necesario “comunalizar” al sacerdote, y no solo al sacerdote, sino a todos los bautizados. Debemos aprender a caminar juntos: sufrir juntos, alegrarnos juntos, decidir juntos, actuar juntos. Para los sacerdotes, esto significa vivir más inmersos en el pueblo y fomentar más fraternidad también entre ellos. Y de esto nace un gran fruto: Jesús prometió a los suyos estar en medio de ellos cuando están unidos en su nombre.
Hoy demasiados sacerdotes deciden dejar el ministerio. ¿Cree que entre las razones de estas decisiones, además de las fragilidades personales en las que siempre es difícil indagar, también hay razones dictadas por deficiencias formativas?
Es un fenómeno doloroso y, lamentablemente, en crecimiento. Las razones son múltiples y están ligadas también al tiempo en el que vivimos. Varias ya han salido a la luz en esta entrevista. Para mí, el punto es que el sacerdote debe ser ante todo un cristiano vivo, un discípulo de Jesús, como subraya la Ratio fundamentalis, es decir, el documento base para la formación sacerdotal, emitido en 2016. Mucho antes de enfrentarse a las exigencias del ministerio pastoral, hay que enfrentarse a las exigencias del Evangelio y aprender a responder a ellas. Hay que centrarse decididamente en esto en la formación integral.
En la perspectiva de una formación misionera, ¿cuáles son los nuevos caminos pastorales a los que están llamados hoy los sacerdotes?
Los desafíos son muchos, relacionados con ese cambio de época del que ya hemos hablado. Basta pensar en el tema de la revolución digital, que ha tomado una cierta relevancia en las reflexiones de la reciente Asamblea Sinodal, o en las cuestiones relacionadas con una visión diferente de “familia” que prevalece en la cultura actual. Para mí, el núcleo de todo es este: debemos pasar de una pastoral de “mantenimiento de lo existente” a una pastoral generativa, y esto no es solo una cuestión de los medios y métodos que adoptamos, sino que requiere dirigir nuestra mirada a Jesús Crucificado y Resucitado.
(Da Avvenire)