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El desarrollo de la responsabilidad del sacerdote en la formación permanente: S.E. Patrón Wong

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SE Patrón Wong

Se ha dividido la presente intervención en dos partes que se relacionan con el desarrollo de la responsabilidad del sacerdote en la formación permanente. En un primer momento se afrontan las dificultades que comúnmente se presentan y después se describe la actitud formativa que será deseable.

I) Dificultades frecuentes

La fidelidad se puede definir como la responsabilidad de una persona en torno a los compromisos que libremente ha adquirido. En el caso de los sacerdotes, se trata principalmente de la fidelidad al Señor en el don recibido y por ello cuenta con el dinamismo de la gracia, de la vida mística y ascética, de tal modo que la fidelidad del hombre es reflejo de la absoluta fidelidad de Dios y respuesta agradecida a ella.

§      La fidelidad tiene como objeto las grandes decisiones de la vida, así podemos hablar de fidelidad al ministerio sacerdotal recibido, al celibato, a la misión canónica, a la oración por el pueblo de Dios…

§      Pero también se refiere a las personas y grupos, en este caso hablaríamos de fidelidad a la relación con Dios por medio de la oración, fidelidad al Obispo y al presbiterio, fidelidad al pueblo de Dios, a cuyo servicio el presbítero se ha consagrado, fidelidad a los colaboradores, que esperan una presencia estable y amable del sacerdote que los ha convocado. Es ese mundo de compromisos que se teje en torno a las relaciones interpersonales.

§      Otra faceta de la fidelidad es la que hace referencia a sí mismo, es decir, a la coherencia interna o consistencia de una persona, que produce armonía interior entre aquello que el sacerdote piensa y ama y aquello que hace. Fidelidad a las propias convicciones, a los valores que ha aceptado como buenos para sí, al estilo sacerdotal ya cultivado, al trabajo de cada día… Pero en este plano es también fidelidad a la voluntad de Dios, que el sacerdote ha colocado como centro de su vida.

§      La fidelidad se refiere también a los pequeños detalles, cosas simples de la vida que en la práctica son terreno propicio para la formación permanente: fidelidad al horario establecido, a las reuniones, al deporte de cada día, al gesto de saludar y despedirse, a saber esperar al compañero para comer, etc.

La fidelidad define el contexto moral (ethos) que propicia la formación permanente, de la cual el primer responsable es cada sacerdote. Constituye una disposición básica de la persona y es materia de educación a lo largo de todo el proceso formativo. La fidelidad personal tiene una gran importancia en la formación inicial y permanente del sacerdote. La fidelidad del sacerdote supone una gestión positiva y libre de la soledad y una organización determinada de los propios espacios como son la casa, la oficina, la parroquia, etc.

Sin embargo, en muchas ocasiones falla la fidelidad en cualquiera de las facetas mencionadas. No debe extrañar esta realidad, pues los sacerdotes son hombres llenos de debilidades a los que se puede aplicar el análisis del profeta: ¿Qué haré de ti, Efraín; qué haré de ti, Judá? Su lealtad es nube mañanera, rocío que se evapora al alba (Os 6, 4). La falta de fidelidad de los sacerdotes no es solo un problema moral que se pudiese remediar a base de arrepentimiento y mediante un propósito de enmienda. Porque la fidelidad es posible cuando existe la sensibilidad que corresponde al don recibido. La sensibilidad sacerdotal es un bien frágil. Es probable que tal sensibilidad nunca haya existido, a causa de carencias formativas importantes. También es probable que dicha sensibilidad sacerdotal se haya deteriorado por una mala gestión de algunas dificultades que son normales en el ministerio sacerdotal.

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