1. Introducción
La era digital en la que vivimos es una realidad cultural y social, de la cual no nos podemos sustraer. Más que resignación o posiciones defensivas ante ella, exige de los creyentes una actitud positiva, que los anime a vivir y actuar en las redes sociales como auténticos discípulos-misioneros de Jesucristo. Una disposición así se espera, con mayor razón, de los pastores de la Iglesia, los Obispos y los sacerdotes, pues en virtud de nuestro ministerio, estamos llamados a acompañar y guiar a nuestras hermanas y hermanos, cuya vida transcurre en gran medida en el mundo digital.
Todos ustedes se están formando para ser sacerdotes en esta era y, ciertamente, la mayoría son, además, nativos en el mundo digital. En efecto, las redes sociales, las distintas plataformas y las tecnologías en constante cambio son parte de vuestro horizonte vital. Sin duda, tenéis mucho que aportar y enseñar al respecto, sobre todo a nosotros, los inmigrados digitales. En el coloquio que seguirá a la exposición de un servidor, tendremos oportunidad para un rico intercambio.
2. Era digital, fe y formación sacerdotal
Hace algunos años fui invitado a un Congreso, organizado por la Universidad Lateranense, acerca de la relación entre las redes sociales (Social Network) y la formación religiosa. En esa oportunidad aporté una reflexión, que retomo y reelaboro para este encuentro.
En aquella oportunidad planteé dos preguntas para introducir el tema, que se las propongo también a ustedes, invirtiendo su orden y con alguna mínima variante:
1. ¿Las formas actuales de comunicación digital son una oportunidad para la fe y para la vida y ministerio sacerdotal o, más bien, son una amenaza?
2. ¿Es posible conjugar la formación sacerdotal con el mundo de la comunicación digital y las redes sociales?
Respondamos inmediatamente a la primera pregunta con parte del Nº 98 de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis: El Don de la vocación presbiteral:
La Iglesia, en virtud del mandato recibido de Cristo, mira con confianza las posibilidades ofrecidas por la realidad digital para la evangelización[1]; se trata de nuevos “lugares”, en los cuales tantas personas se mueven cotidianamente, “periferias digitales” en las que no puede faltar la propuesta de una auténtica cultura del encuentro, en el nombre de Jesús, para edificar un solo Pueblo de Dios.
El núcleo de la respuesta radica en la confianza de la Iglesia en las posibilidades que el mundo digital ofrece a la evangelización. Su fundamento preciso es el mandato del Señor resucitado que envió a sus discípulos a evangelizar a todos los pueblos, hasta los confines del mundo:
Les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará...” Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban (Mc 16,15-16a.20).
Les dijo: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20).
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