Con mucho gusto vengo en este día al encuentro de los miembros del Serra Club. Me siento unido a ustedes por mi historia personal y por mi responsabilidad pastoral.
Desde seminarista, en Yucatán, un grupo de Serranos era cercano al Seminario. Realizaban sus reuniones en un área de la Casa destinada a este fin y siempre estaban dispuestos a apoyar al Seminario en lo que pudiesen, con un espíritu eclesial, particularmente admirable por su gratuidad.
Después, siendo rector del mismo Seminario, me tocó iniciar dos bellas experiencias: la de un grupo de familias del Serra Club que ayudaban en la campaña vocacional del Seminario y la de un grupo de Serranos jóvenes, que ayudaban al Seminario non nuevas iniciativas.
Ya como obispo de Papantla, México, fomenté el desarrollo de varios grupos juveniles del Serra Club. Ahora, como secretario para los Seminarios en la Congregación para el Clero, vuelvo a encontrarme con la significativa presencia del Serra Club, que fue la primera institución que se adhirió a la Obra Pontificia de las Vocaciones Sacerdotales en 1951.
Por ello, desde mi propia experiencia y desde la valoración del carisma del Club, quisiera mirar con ustedes hacia delante, partiendo siempre de la contemplación del Señor que nos llama y envía para realizar una misión.
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