Queridos hermanos, me han invitado a compartir una breve reflexión sobre la vida sacerdotal ante el acontecimiento de la canonización de José Gabriel del Rosario Brochero, del cura Brochero.
Quisiera partir de una sencilla constatación, tomando como punto de partida el título de este encuentro: los dos amores en el corazón de un pastor. Pienso que esto nos revela el secreto de la santidad de Brochero, la cual no consistió tanto en cosas extraordinarias, sino en el hecho de que fue un simple sacerdote, viviendo su ministerio pastoral con este doble rostro de amor al cual está llamado todo sacerdote: Dios y el hombre.
Los dos amores, integrados entre sí, representan la esencia del ministerio presbiteral y nunca deben separarse: el sacerdote es un discípulo mirado, llamado y fascinado por Cristo, que deja sus redes para seguir al Maestro; pero en este camino él descubre que el Señor lo llama, no a huir del mundo o a vivir una religiosidad intimista, privada, abstracta, sino más bien, a ir al encuentro de sus hermanos para comunicarles el amor y la ternura de Dios.
Un buen pastor, mientras se descubre amado y llamado al ministerio, dirige su vida en la misma dirección de Cristo, es decir, en una vida gastada y ofrecida por los otros. El sacerdote que realmente se configura con Cristo, alimenta como Él, una relación íntima con Dios Padre y, del mismo modo, “no tiene donde reclinar la cabeza” (Lc 9, 58), recorriendo pueblos y ciudades para llevar a todos la buena noticia y curar las heridas con el óleo de la misericordia.
...