La palabra y las acciones se complementan en orden a dar un mensaje claro. Esto lo saben bien quienes trabajan en los medios de comunicación. Pero lo sabemos mejor quienes hemos conocido a Jesús, quien no sólo con palabras, sino con acciones concretas ha anunciado la llegada del Reino de Dios.
Tanto la palabra del Papa Francisco, directa y clara, como sus acciones, serenas y contundentes, han llamado la atención de muchas personas. Sin embargo, el Papa no propone con sus palabras y acciones una revolución, ni nada especialmente novedoso. Simplemente aplica los principios bien establecidos por el Concilio Vaticano II a la realidad actual de la Iglesia, y lo hace con sentido evangélico.
El Papa relativiza continuamente su propia palabra con el fin de garantizar la primacía de la Palabra de Dios y hace pasar al segundo plano sus acciones para señalar la presencia de Jesús. También es muy consciente de la importancia que tiene la consideración de otras voces en la guía de la Iglesia, especialmente de las Conferencias Episcopales y de los teólogos probados. Por primera vez el Papa, en un documento tan relevante como es una exhortación apostólica, cita intencionadamente documentos de episcopados de los cinco continentes. Tal modo de hablar se complementa con una serie de acciones sencillas que brotan con toda espontaneidad de sus propias convicciones y de su vida espiritual.